Soy el gol más bonito de sus vidas. Es lo que me han
repetido mis padres a lo largo de mi vida. Sin nacer en una cancha de fútbol y
sin ser hombre, sencillamente todo lo que me rodea tiene algo que ver con ese
deporte. Desde cómo se conocieron mis padres, mi apellido y mi historia.
Mi nombre es Anabelén Laya Hermoza. Un nombre que escogió mi
hermano (bueno eso dicen mis papás, porque él no se acuerda) y que
curiosamente, me gusta mucho. Tengo apellidos muy peculiares ¿no? Sí, ya me
había dado cuenta. Hasta ahora jamás había imaginado lo importante que sería
tenerlos.
Mi padre, un ‘’chalaco’’, que sería adoptado por el distrito
de La Victoria. Creció en ese ambiente fútbol inculcado por su abuelo. Aunque
su padre nunca estuvo de acuerdo, el siguió su sueño de ser director técnico.
Mi madre, victoriana. Ella por su lado, nunca tuvo una vida fácil. Le toco
sufrir la más grande pérdida que nunca se pudo imaginar a una edad muy corta.
La vida le arrebato a su padre, pero nunca la sonrisa de la cara. Ella es una
hermoza con ‘’z’’ porque es diferente, y nunca se rinde ante nada.
Por casualidades de la vida, y por el mismo grupo de amigos,
terminaron por conocerse en una fiesta realizada por el ex futbolista y difunto
Caico Gonzáles Ganoza. Para este entonces, mi padre trabajaba como entrenador
de las divisiones de menores del equipo del que sin haber nacido ya sería el de
mis amores, Alianza Lima. Mi madre sabía
muy poco de fútbol, solo conocía de Alianza Lima y de su eterno rival, Universitario
de Deportes. Sin embargo, el amor de mi papá hizo que hasta el día de hoy
compre un diario deportivo, y todos los domingos participe de las
conversaciones futboleras que tenemos durante el almuerzo.
Al igual que mi padre, nací en el Callao. En un barrio que
según mi mamá dice: ‘’él que no, corre vuela’’. No pasó mucho tiempo para que
saliéramos de ahí por seguridad. Pues mi hermano era travieso, y como todo niño
de cinco años, le encantaba jugar fuera de casa. Nos mudamos donde mi abuela materna, en Los Olivos. Lugar
en el que hasta ahora vivo. Ya que, por el trabajo de mi papá, viajábamos
constantemente a todas las ciudades en las cuales él tenía un equipo que
dirigir. Es por eso que, en mi vida he pasado por más colegios que por
hospitales.
Mis amistades fueron efímeras, siempre que estuve en provincia. De la
infancia solo conservo dos amigas que con el tiempo se volverían mis hermanas.
Ahora solo me rodeo de personas que me han demostrado ser transparentes en todo
momento, y eso es muy difícil como marcar un gol en un Mundial.
Tengo un hermano que siempre ha sido mi compañero
incondicional. La diferencia de edad jamás fue un problema, ni mucho menos el
hecho que yo sea mujer (agregándole que soy la única nieta por ambos lados).
Soy el mejor ‘’back’’, según mis primos. Porque cuando jugábamos un partido antes
que cayera el sol, mi hermano me escogía para su equipo y al armar las
posiciones me ponía al medio. Un puesto que admiro mucho y terminaría por amar.
Tanto que mientras pertenecí a la selección de fútbol de mujeres de mi colegio
en secundaria, jugaba en esa misma posición.
En esa etapa supe el verdadero significado de marcar un gol.
La sensación que te deja es indescriptible. Porque no es lo mismo gritar un gol
fuera de la cancha que dentro de ella. Por mi hermano y mis primos, disfrute la
sensación más bonita, que es el gritar por apoyarlos y saber que no hay nada
más hermoso que te dediquen un gol. Hasta que les pude dedicar uno a mis
padres. Ahora entiendo porque mis papás siempre me han dicho que soy su gol más
bonito.
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