-‘’No hay mal que dure 36 años’’- Fue la frase que marcó la noche del 15 de Noviembre del 2017, la que se volvería en la más feliz de toda mi vida.
La espera terminó. Porque la selección peruana de fútbol aseguro su pase al mundial de Rusia 2018. Luego de un largo proceso, con derrotas y triunfos, hoy la blanquiroja celebra que está adentro. Porque todo sufrimiento tiene su recompensa, y la de nosotros llegó luego de pasar los 180 minutos más angustiantes de nuestras vidas.
-‘’Nueva Zelanda es fácil’’- Era lo que escuche durante un mes completo, desde que llegamos al repechaje (algo que tampoco nos imaginamos que sucedería). Pero luego del partido de ida esos pensamientos empezaron a tener su toque de duda. Es cierto que ese partido no fue el mejor de Perú, que nuestra hinchada peca por celebrar antes de tiempo, pero somos un país que después de tanto tiempo merecía esta alegría tan grande.

Fue el partido más emotivo que he vivido en toda mi vida. Cuando llegó el gol de Jefferson Farfán en el minuto 34’, mis lágrimas empezaron a caer, puedo decir que con el mismo sentimiento con el que lloraba él, lloraba yo. Estoy segura que ustedes también, porque el equipo peruano llegaba golpeado luego de la baja tan importante que era Paolo Guerrero, al marcar el gol Farfán sosteniendo la camiseta de su hermano que le dio el fútbol y llorando, fue lo más conmovedor que vi en todo el tiempo que vengo siguiendo a mi selección. Sabía que al igual que nosotros Nueva Zelanda no bajaría los brazos, que un gol de ellos valía el doble, que de acabar 1-1 el marcador al mundial irían ellos y no nosotros.
En el segundo tiempo llegó el gol que reforzó y aclaro toda duda que teníamos sobre la selección. Christian Ramos marcó ese gol que como se dice sería la cerecita del pastel para reforzar nuestra clasificación. Todos estábamos contentos, nadie quería ver, todo el Perú esperaba el pitazo final, nunca los minutos adicionales se me habían hecho tan largos como estos. Pero cuando el árbitro dio el pitazo final, las lágrimas caían solas. Las lágrimas de mi papá que había esperado 36 años, las de mi hermano que había esperado toda su vida, las de todo el Perú que nunca perdió la fe.
Este triunfo fue dedicado para Paolo Guerrero, el capitán, el que por una injusticia se perdió estos
partidos, pero siempre lo tuvimos presentes y todos estamos totalmente agradecidos con él.
Este triunfo es para todo el Perú que nunca dejo de creer, que como yo espero este momento que marcaría su vida, que ya puede estar tranquilo porque puede contar como un día su selección y su buen fútbol volvió al mundial.