El martes 6 de setiembre el estadio Nacional estaba ardiendo. Los jugadores de la escuadra
bicolor corrían con tanta intensidad, qué la cancha parecía en algún momento
sacaría chispas. Con el gol de penal de Cueva no era suficiente para gritar una
victoria. El empate nos estaba dejando un sabor amargo, que nos costaría la
clasificatoria. Pero en los últimos minutos, cuando algunos ya estaban
abandonando el estadio y otros en sus casas cambiando de canal, en el coloso la
fiesta recién iniciaba. Perú tenía el dominio del balón que debió tener desde
el inicio del encuentro.
Con el corazón latiendo a mil por segundo y con la suerte
de nuestro lado, a los 77 minutos el árbitro cobro un tiro libre a favor de la
blanquiroja. Tapia apareció como un rayo, aprovecho un rebote desprevenido,
apuntó y disparó el misil que hizo que todo el estadio estallara de alegría.
Esa noche, Renato Tapia se convirtió en uno de los
jugadores más queridos por todos los peruanos. Aquel golazo marcó la historia
de su vida. Le cambio la vida no solo a
él, sino a todos los hinchas que nunca dejaron de alentar.
‘’Yo solo patee
con la fuerza de 30 millones de peruanos’’.- Declaró el jugador bicolor.
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